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EL MAESTRO IGNORANTE
Mario Ramón Rosado Santiago.
Ante las las nuevas pedagogías y distintas formas de didactismo surge no un nuevo modelo pedagógico, sino una forma de enseñanza sobre lo que sabemos muy bien pero que no hemos querido reconocer. Esta se define así: “la enseñanza universal” y enfatiza que podemos aprender sin maestro explicador y que efectivamente el maestro puede enseñar lo que no sabe.
Muchos maestros creen que necesitan tener un título para poder ejercer algún tipo de enseñanza, estudios previos para luego poder transmitir lo que se ha aprendido y que todos sus alumnos lleguen al mismo punto del conocimiento que él quiere. Saben claramente que no hay que atiborrar a los alumnos de conocimientos, ni de hacérselos repetir como loros, pero que tienen que impedir esos caminos azarosos, porque la enseñanza debe ser progresiva, de lo simple a lo complejo, porque todavía el alumno no comprenderá si se le enseña algo que se ve en universidades, maestrías o doctorados.
Así razonan lamentablemente algunos maestros, y más cuando creen que aquel que sea mejor preparado, educado, sabio, y tenga un bagaje cultural, podrá por ende enseñar mejor, buscar métodos eficaces para que al explicar a sus alumnos comprendan mejor. El maestro entonces provoca que exista una distancia entre aprender y comprender, entre él y el sujeto a instruir. Por ello, se cree que el maestro mejor preparado, que sea buen orador, que explique minuciosamente cada punto del tema, es excelente para la enseñanza. Este principio es del atontador, pues un maestro que explique todo demuestra la incapacidad del alumno.
Gracias a los estudios de la psicología infantil, sabemos que los niños tienen distintas formas de
aprender, de relacionarse con el mundo y demás personas, y bien se sabe que todos los niños aprenden bien el lenguaje de sus padres sin ningún maestro explicador. Los niños oyen, imitan, repiten, se equivocan y se corrigen y tienen un método propio. Ahora bien, en el transcurso de los años el niño aprendió a hablar, a reconocer las personas y objetos e incluso a realizar cuentas sin tener a su lado a un maestro que le explique. Pero ahora que ya ingresó a una escuela parece ser que aquella inteligencia, se ha opacado, no puede avanzar y sólo avanzará si hay un maestro explicador.
La explicación no es necesaria para remediar una incapacidad de comprensión. Todo lo contrario, esta incapacidad es la ficción que estructura la concepción explicadora del mundo. El explicador es el que necesita del incapaz y no al revés, es él el que constituye al incapaz como tal.
Por diversas causas, vivimos en un mundo que clasifica a las personas como tal, inteligentes y
tontos, competentes e incompetentes, sabios y estúpidos. Todo debido al mito pedagógico que dice que existe inteligencia superior, ¿entonces hay inteligencia inferior? Y de la psicología de Howard Gardner que nos aclara que hay varios tipos de inteligencia sabiendo que sólo son manifestaciones de una misma y única inteligencia.
El método del maestro ignorante nos da a conocer que se puede enseñar al azar sin necesidad
de seguir una rígida forma compleja; que entre el alumno y el maestro se debe establecer una relación de voluntad por querer aprender y no una inteligencia que quiera atontar. A todo esto es lo que se le llama maestro emancipador, aquel que hace saber al otro su capacidad intelectual y que puede lograr lo que otros hacen. Por lo que, quien provoca una emancipación intelectual hará que el otro aprenda lo que quiera o quizá nada.
Si nos remitimos sobre del por qué se ha definido a ésta la “enseñanza universal”, se aclara de
que no existe hombre alguno sobre la tierra que no haya aprendido alguna cosa por sí mismo y sin maestro explicador. Todos hemos tenido esta experiencia miles de veces y sin embargo no la reconocemos. Como ejemplo se pone que muchos han aprendido usar aparatos electrónicos sin haber asistido a cursos de computadora, o que saben cocinar muy bien sin necesidad de alguien que los esté asistiendo. Yo solo sé que no sé nada Sócrates
Algunos maestros no les caben la idea de que el alumno sepa más que ellos, por lo que se limitan a decir algunas cosas y guardan un secreto bajo la manga. En las escuelas se tiene la costumbre de realizar concursos para demostrar la inteligencia de los alumnos, se realiza dicho
concurso y aquel que gane será instruido por el maestro más docto de la escuela, porque los demás maestros creen que no pueden y porque éste tiene estudios superiores.
Cuando dicho alumno está listo, se cree que es más listo que los demás, que tiene la capacidad. Como si los demás no pudieran.
A todo esto, recalco que el maestro puede enseñar lo que no sabe, siempre y cuando esté emancipado intelectualmente, es decir que no crea que aquel que sabe mucho es porque enseñe bien, que necesita tener un gran bagaje de conocimientos que luego se vuelva monumental para presumir; se requiere entonces que tenga la voluntad y que relacione lo comentado por los alumnos con la realidad.
Pero quizá muchos digan: ¿Cómo es posible que alguien que no sabe guíe a otro que tampoco sabe? La respuesta es fácil, debe guiarlo con preguntas a la manera de los hombres y no de los sabios, aunque sea criticada como adivinanza.
Por ende, el maestro ignorante no verifica lo que el niño sabe, sino lo comprueba poniendo atención a lo que dice y hace. De esta forma todos aprenden por igual.
En suma, ser maestro ignorante es ser un emancipador, es decir: dar, no la llave del saber, sino la conciencia de lo que puede una inteligencia cuando se considera igual a cualquier otra y considerada cualquier otra como igual a la suya. La emancipación entonces, es la conciencia de
esta igualdad, de esta reciprocidad que, ella sola, permite a la inteligencia actualizarse en virtud de la comprobación.
Lo que atonta a los alumnos no es la falta de instrucción sino la creencia en la inferioridad de la inteligencia. Y lo que atonta a los inferiores atonta al mismo tiempo a los superiores. Porque sólo comprueba su inteligencia aquel que habla a su semejante capaz de verificar la igualdad de
las dos inteligencias.
BACUZAGUÍ. Esta revista se publica con el apoyo del Programa Estatal de Fortalecimiento de la Educación Normal (PEFEN). Año I | Febrero de 2009 | Núm. 1. Escuela Normal Urbana Federal del
Istmo. http://www.ieepo.gob.mx/pdf/Revista_Bacuzagui.pdf
Mario Ramón Rosado Santiago.
Ante las las nuevas pedagogías y distintas formas de didactismo surge no un nuevo modelo pedagógico, sino una forma de enseñanza sobre lo que sabemos muy bien pero que no hemos querido reconocer. Esta se define así: “la enseñanza universal” y enfatiza que podemos aprender sin maestro explicador y que efectivamente el maestro puede enseñar lo que no sabe.
Muchos maestros creen que necesitan tener un título para poder ejercer algún tipo de enseñanza, estudios previos para luego poder transmitir lo que se ha aprendido y que todos sus alumnos lleguen al mismo punto del conocimiento que él quiere. Saben claramente que no hay que atiborrar a los alumnos de conocimientos, ni de hacérselos repetir como loros, pero que tienen que impedir esos caminos azarosos, porque la enseñanza debe ser progresiva, de lo simple a lo complejo, porque todavía el alumno no comprenderá si se le enseña algo que se ve en universidades, maestrías o doctorados.
Así razonan lamentablemente algunos maestros, y más cuando creen que aquel que sea mejor preparado, educado, sabio, y tenga un bagaje cultural, podrá por ende enseñar mejor, buscar métodos eficaces para que al explicar a sus alumnos comprendan mejor. El maestro entonces provoca que exista una distancia entre aprender y comprender, entre él y el sujeto a instruir. Por ello, se cree que el maestro mejor preparado, que sea buen orador, que explique minuciosamente cada punto del tema, es excelente para la enseñanza. Este principio es del atontador, pues un maestro que explique todo demuestra la incapacidad del alumno.
Gracias a los estudios de la psicología infantil, sabemos que los niños tienen distintas formas de
aprender, de relacionarse con el mundo y demás personas, y bien se sabe que todos los niños aprenden bien el lenguaje de sus padres sin ningún maestro explicador. Los niños oyen, imitan, repiten, se equivocan y se corrigen y tienen un método propio. Ahora bien, en el transcurso de los años el niño aprendió a hablar, a reconocer las personas y objetos e incluso a realizar cuentas sin tener a su lado a un maestro que le explique. Pero ahora que ya ingresó a una escuela parece ser que aquella inteligencia, se ha opacado, no puede avanzar y sólo avanzará si hay un maestro explicador.
La explicación no es necesaria para remediar una incapacidad de comprensión. Todo lo contrario, esta incapacidad es la ficción que estructura la concepción explicadora del mundo. El explicador es el que necesita del incapaz y no al revés, es él el que constituye al incapaz como tal.
Por diversas causas, vivimos en un mundo que clasifica a las personas como tal, inteligentes y
tontos, competentes e incompetentes, sabios y estúpidos. Todo debido al mito pedagógico que dice que existe inteligencia superior, ¿entonces hay inteligencia inferior? Y de la psicología de Howard Gardner que nos aclara que hay varios tipos de inteligencia sabiendo que sólo son manifestaciones de una misma y única inteligencia.
El método del maestro ignorante nos da a conocer que se puede enseñar al azar sin necesidad
de seguir una rígida forma compleja; que entre el alumno y el maestro se debe establecer una relación de voluntad por querer aprender y no una inteligencia que quiera atontar. A todo esto es lo que se le llama maestro emancipador, aquel que hace saber al otro su capacidad intelectual y que puede lograr lo que otros hacen. Por lo que, quien provoca una emancipación intelectual hará que el otro aprenda lo que quiera o quizá nada.
Si nos remitimos sobre del por qué se ha definido a ésta la “enseñanza universal”, se aclara de
que no existe hombre alguno sobre la tierra que no haya aprendido alguna cosa por sí mismo y sin maestro explicador. Todos hemos tenido esta experiencia miles de veces y sin embargo no la reconocemos. Como ejemplo se pone que muchos han aprendido usar aparatos electrónicos sin haber asistido a cursos de computadora, o que saben cocinar muy bien sin necesidad de alguien que los esté asistiendo. Yo solo sé que no sé nada Sócrates
Algunos maestros no les caben la idea de que el alumno sepa más que ellos, por lo que se limitan a decir algunas cosas y guardan un secreto bajo la manga. En las escuelas se tiene la costumbre de realizar concursos para demostrar la inteligencia de los alumnos, se realiza dicho
concurso y aquel que gane será instruido por el maestro más docto de la escuela, porque los demás maestros creen que no pueden y porque éste tiene estudios superiores.
Cuando dicho alumno está listo, se cree que es más listo que los demás, que tiene la capacidad. Como si los demás no pudieran.
A todo esto, recalco que el maestro puede enseñar lo que no sabe, siempre y cuando esté emancipado intelectualmente, es decir que no crea que aquel que sabe mucho es porque enseñe bien, que necesita tener un gran bagaje de conocimientos que luego se vuelva monumental para presumir; se requiere entonces que tenga la voluntad y que relacione lo comentado por los alumnos con la realidad.
Pero quizá muchos digan: ¿Cómo es posible que alguien que no sabe guíe a otro que tampoco sabe? La respuesta es fácil, debe guiarlo con preguntas a la manera de los hombres y no de los sabios, aunque sea criticada como adivinanza.
Por ende, el maestro ignorante no verifica lo que el niño sabe, sino lo comprueba poniendo atención a lo que dice y hace. De esta forma todos aprenden por igual.
En suma, ser maestro ignorante es ser un emancipador, es decir: dar, no la llave del saber, sino la conciencia de lo que puede una inteligencia cuando se considera igual a cualquier otra y considerada cualquier otra como igual a la suya. La emancipación entonces, es la conciencia de
esta igualdad, de esta reciprocidad que, ella sola, permite a la inteligencia actualizarse en virtud de la comprobación.
Lo que atonta a los alumnos no es la falta de instrucción sino la creencia en la inferioridad de la inteligencia. Y lo que atonta a los inferiores atonta al mismo tiempo a los superiores. Porque sólo comprueba su inteligencia aquel que habla a su semejante capaz de verificar la igualdad de
las dos inteligencias.
BACUZAGUÍ. Esta revista se publica con el apoyo del Programa Estatal de Fortalecimiento de la Educación Normal (PEFEN). Año I | Febrero de 2009 | Núm. 1. Escuela Normal Urbana Federal del
Istmo. http://www.ieepo.gob.mx/pdf/Revista_Bacuzagui.pdf
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